PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
      Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"

¡Todo está sacado de vuestros propios autores!
Para qué 
necesitamos a otros testimonios,
si vosotros ya os contradecís bastante entre 
vosotros mismos …
CELSO, Discurso verdadero
El mundo sólo será salvado,
si lo es, por insumisos.
ANDRÉ GIDE
Se da el nombre de "discípulos" a los que están sometidos 
a una disciplina. Esta palabra viene del latín disciplina, que significa
regla, ley. Entre los judíos, esta disciplina es la Ley, la
Thora. Y ahora sabemos que los mesianistas, los zelotes o los sicarios eran 
fanáticos de la Ley. Querían instaurar en Israel una teocracia en la que 
no habría más rey que Dios, y no habría maestros, sino jueces simplemente. Rechazaban 
rotundamente toda prestación de juramentos. Releamos los Evangelios: 
"Pero 
vosotros no os hagáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro …" 
(Mateo, 23, 8). 
"Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera (…) 
Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, del mal procede". 
(Mateo, 5, 34-37). 
Pues bien, entre los manuscritos descubiertos cerca del 
mar Muerto, en las grutas del Khirbet-Qumran, se encuentra un "Manual de 
disciplina", especie de ritual de una estrategia militar mezclada con ritos 
ocultos y cabalísticos. En él se "ordena" el combate, como una liturgia 
oculta, los estandartes llevan nombre de ángeles, que son al mismo tiempo nombres 
de poder (como una cábala), y ese ritual de una batalla a la vez oculta y militar 
evoca inevitablemente el sitio de Jericó (Josué, 6, 5). 
Si el depósito de 
Qumran se realizó para poner los manuscritos portadores de las Escrituras sagradas 
en lugar seguro, es porque importantes disturbios amenazaban su existencia. 
Esas Escrituras sagradas, compuestas por manuscritos de diversas épocas antes 
de nuestra era, debieron gozar del privilegio de todas las Santas Escrituras entre 
los judíos. Expresan la palabra divina, o la de los profetas del Señor. Serían transcritas 
sobre pieles de animales puros, con la tinta ritual, por escribas especialistas. 
Si éstos cometían algún error de transcripción, se detenían de inmediato, no podía 
efectuarse ninguna rectificación (ni raspado), simplemente se relegaba el texto 
interrumpido e imperfecto a un lugar especial, llamado ginnza, junto con 
los que le habían precedido, y se volvía a empezar la citada transcripción. Una 
vez terminada, sería objeto de una especie de veneración por parte de los fieles 
de la comunidad israelita. El lector seguiría el texto línea por línea, palabra 
por palabra, con ayuda de un instrumento especial, la "mano de Thora". 
Ésta consiste en una vara de madera preciosa, terminada en una minúscula mano de 
bronce, plata u oro. 
Una vez efectuado el depósito de Qumran, las Escrituras 
sagradas serían envueltas cuidadosamente en un paño de lino, y depositadas en vasijas 
de tierra cocida, en el seno de la gruta. Teniendo en cuenta el respeto inmenso 
que testimonian los fieles a tales Escrituras sagradas, es inimaginable suponer 
que para envolverlas tomaran cualquier trapo usado. Eso hubiera constituido una 
auténtica mancilla ritual para los manuscritos, que, así profanados, hubieran sido 
inutilizables. Por lo tanto, lo que se utilizaría para envolver los citados textos 
serían piezas de lino nuevo. Práctica que, en realidad, es universal en este campo.
Pues bien, en enero de 1951, en el Instituto de Estudios Nucleares 
de la Universidad de Chicago, se procedió a un análisis de los elementos vegetales 
que formaban ese tejido, con ayuda del "carbono 14". Este procedimiento, 
descubierto por el doctor W. Libby, es ya clásico para las investigaciones arqueológicas, 
y se basa en el siguiente principio: todo ser vivo, vegetal o animal, absorbe al 
respirar "carbono 14", cuerpo radiactivo que permanece en el organismo 
incluso después de la muerte del vegetal o del animal. Pero el grado de radiactividad 
disminuye de forma regular a medida que el tiempo pasa, y ese grado puede medirse. 
Al apreciar de esta manera el residuo, puede establecerse con una considerable precisión 
la fecha en la que la materia orgánica (vegetal o animal) dejó de vivir. Este método 
ha sido suficientemente controlado como para que ya no se ponga en duda su valor.
Y en lo que concierne a los tejidos nuevos que sirvieron para envolver los 
manuscritos del mar Muerto, cuando fueron puestos en lugar seguro en las grutas 
del Khirbet-Qumran, el "carbono 14" permite afirmar que el lino con el 
que están elaborados fue recolectado unos 1917 años antes del experimento de Chicago. 
Deduzcamos 1917 de 1951, y tendremos el año 34 de nuestra era, fecha media de la 
crucifixión de Jesús por los romanos 
Esto demuestra, no obstante, que la 
puesta en lugar seguro de los manuscritos fue efectuada en pleno período de disturbios. 
Ahora bien, los Evangelios no nos hablan ni de la sangrienta revolución del Censo, 
cuando tuvo lugar el pretendido nacimiento de Jesús en Belén, ni de una revolución 
que coronara el período en que fue crucificado en Jerusalén por los romanos. Y en 
lugar de una época bucólica, llena de dulzura y de paz, a orillas del lago de Genezaret, 
nos encontramos históricamente sumergidos en una de las innumerables y sangrientas 
revoluciones judías. El lector que estudie la historia del cristianismo en los libros 
piadosos seguirá ignorando que del año 68 antes de nuestra era al año 6 de ésta 
(la famosa Revolución del Censo, de la que no se habla jamás) hubo treinta y 
seis revoluciones judías, que esas revoluciones representan millares de judíos 
mesianistas crucificados por Roma, ciudades y pueblos incendiados y arrasados varias 
veces, campos desolados, rebaños aniquilados y un hambre sangrienta. Ese lector 
seguirá ignorando que se establecieron oficialmente gobiernos judíos. 
Entre 
el año 66 y el 58 a.C., es decir, en ocho años, se cuentan en Judea veintiséis movimientos 
insurreccionales. Y eso que las fuentes que nos hablan del tema emanan de Flavio 
Josefo, partidario de la colaboración con Roma, cuyos manuscritos se perdieron y 
fueron reemplazados por copias de los siglos IX y XII de nuestra era, efectuadas 
en el fondo de los conventos por los famosos monjes copistas. 
Miembros de 
la dinastía asmonea, expulsados del poder por Pompeyo, arrastraron al pueblo a la 
revolución ocho veces entre el año 58 y el 27 a.C. Se organizaron unas "guerrillas" 
que intentaban periódicamente golpes de fuerza. En el año 43 a.C., Ezequías, padre 
de Judas de Gamala, de estirpe real y davídica, ya hacía tiempo que hostigaba 
a las legiones romanas. Al final lo capturaron y crucificaron. Costobaro /27 a.C.), 
Bagoas (6 a.C.), Judas de Gamala y Matthiatas (5 a.C.) continuaron la lucha contra 
Roma. 
En el año 6 a.C. se levantó un gobierno federal judío, frente a los 
establecidos por Roma, que agrupaban por una parte a la Traconítide, la Batania 
y la Auranítide, por otra parte Galilea y Perea, y por último Judea, Idumea y Siria. 
Ese gobierno judío es el de Simeón en Jericó, del pastor Athronge en Judea y de 
Judas de Gamala, hijo de Ezequías, en Séforis. 
Las legiones romanas aplastaron 
este último movimiento, y dos mil patriotas judíos fueron crucificados. Coponio, 
futuro procurador, aniquiló a los combatientes galileos dentro del mismo Templo, 
donde se había atrincherado. En el curso de ese combate fue donde pereció Zacarías, 
padre del futuro Bautista, "entre el Templo y el Altar". 
Finalmente, 
la ciudad fue tomada, incendiada, y sus habitantes deportados y vendidos como esclavos 
(Cf. Alphonse Séché: Histoire de la nation juive). Sin duda, María, sus hijos 
y sus hijas escaparon a esta suerte mediante una huida organizada de antemano, ya 
que volveremos a encontrarlos más tarde, cuando regresaron a Galilea. No es menos 
evidente que, cuando el emperador Juliano declararía más tarde a san Cirilo de Alejandría, 
su antiguo condiscípulo, en una carta citada por este último: "El hombre que 
fue crucificado por Poncio Pilato era sujeto de César, y vamos a demostrarlo ...". 
(Cf. Cirilo de Alejandría: Contra Juliano), debió emplear el término servus, 
que significaba esclavo, o bien obnoxius, que significa lo mismo, porque 
el término de sujeto, en el sentido que le damos ahora, se traduciría por civis, 
ciudadano. ¡Y, evidentemente, Jesús no era ciudadano romano! 
Por consiguiente, 
los habitantes de Séforis se convirtieron todos en "esclavos de César", 
es decir, en siervos y siervas del Imperio romano, igual que todos los deportados. 
Este era el caso de todos los fugitivos que fueron entonces considerados como 
esclavos contumaces. Cirilo de Alejandría hizo saltar la demostración del emperador 
Juliano, a fin de no revelar esa condición. Porque, en efecto, ella implicaba la 
crucifixión inevitable para Jesús y todos los suyos, y más aún cuando a este caso 
se añadía el agravante de rebelión contra Roma. Pero en aquella época había que 
hacer recaer la responsabilidad de la muerte de Jesús sobre los desgraciados judíos.
Esa fue, probablemente, una de las razones del segundo casamiento de María, 
esta vez con el misterioso Zebedeo. 8 
Y esa condición de esclavo contumaz, 
de deportado convertido en siervo del Imperio, nos es confirmada por Comodiano 
de Gaza, el más antiguo poeta cristiano, que vivió en el siglo III, y que nos declara 
que Jesús era "inferior", que pertenecía a una clase "abyecta" 
(en latín abjectus significa rechazado, y se aplica a una clase social, no 
a una categoría moral), y precisa además: "especie de esclavo" 
(cf. Comodiano: Carmen apologeticum). 
Está muy claro. Jesús estaba, 
pues, clasificado por la policía romana dentro de la categoría de los rebeldes contumaces, 
es decir, de los "esclavos de César" en fuga, por haber escapado a la 
deportación del año 6. 
Esta vida de guerrilleros al margen de la ley, teniendo 
en cuenta las exigencias de la supervivencia, implicaba por parte de los zelotes, 
inevitablemente, requisiciones o incluso pillajes. 
Por eso Flavio Josefo, 
como buen fariseo aristócrata, los juzga con severidad: 
"Cuando Festo 
llegó a Judea, la encontró destrozada por bandoleros que incendiaban y saqueaban 
todos los pueblos. Aquellos a los que se llamaba sicarios -eran bandoleros- se hicieron 
entonces muy numerosos. Se servían de puñales cortos, poco más o menos de la misma 
longitud que los acinaces persas, pero estaban curvados, como los que los 
romanos llaman sicae, y con ellos esos bandidos mataban a mucha gente, y 
a ellos deben su nombre". (Flavio Josefo: Antigüedades judaicas, XX, viii. 
10.) 
Luego viene esa misteriosa revolución que el examen de los tejidos 
de la gruta de. Khirbet-Qumran con la ayuda del "carbono 14" nos hizo 
descubrir providencialmente. y cuyo relato - cosa curiosa- 
De esta moneda 
poseemos ejemplares, descubiertos en Massada, en abrigos situados bajo el muro de 
la casamata del segundo palacio, llamado "palacio del Oeste". Se descubrieron 
allí numerosas monedas, la mayor parte de las cuales datan del segundo y tercer 
año de la revolución judía contra Herodes, en especial tres desapareció de todas 
las copias de los autores antiguos. Esos tejidos datan aproximadamente de 
los años 32-34 de nuestra era. 
Abramos aquí un paréntesis. Entre los numerosos 
documentos l1amados "del mar Muerto", existen unos rollos de cobre cuyo 
texto hebreo pudo ser descifrado en 1456, en Gran Bretaña, por Wright Baker, en 
la universidad de Manchester. Son del siglo I de nuestra era. Están redactados en 
un dialecto coloquial, el de la Michna, parte más antigua del Talmud, y no en hebreo 
neoclásico. 
Se sabe (Dupont-Sommer dixit en sus Manuscrits de 
la mer Morte) que los zelotes estuvieron constituidos por la fracción 
política militante de los esenios, de los que por ultimo se separaron. Para 
Cecil Roth, los hombres de Oumran (lugar donde fueron descubiertos todas esos manuscritos) 
eran zelotes. Pues bien, esos rollos nos hablan de un tesoro considerable, compuesto 
de unas doscientas toneladas de oro, plata y otras materias preciosas, oculto 
en sesenta puntos diferentes de Tierra Santa. Se comprende que Nerón, a quien a 
pesar de todo repugnaban las ejecuciones inútiles, prefiriera hacer pagar a los 
jefes enormes rescates, y a los militantes ordinarios los abandonara a las leyes 
romanas y a las terribles prácticas que estas implicaban. Aquí, una vez más Flavio 
Josefo demuestra ser un excelente historiador, pues corno se ve, sus afirmaciones 
están corroboradas por los rollos de cobre de Qumran. Pero volvamos a la lucha de 
los zelotes. 
Catorce años más tarde, Judea y Galilea fueron azotadas por 
el hambre: lo contrario sería de extrañar. Y en el ano 47 de nuestra era, nueva 
revolución importante (hubo otras entretanto, ya las veremos). 
Y Tiberio 
Alejandro, procurador de Judea, caballero romano, sobrino de Filón, manda crucificar 
a los jefes del movimiento, en Jerusalén. ¿Cómo se llaman? Se llaman Jacobo (es 
decir, Santiago ...), y Simón, y también ellos son "hijos de Judas de Gamala". 
Según nos dice Flavio Josefo, y hermanos de Jesús (Cf. Marcos, 6, 3). 
Y 
la revolución del año 47 es la continuación de la del 34, que era la continuación 
de la del año 6 (revolución del Censo), que a su vez era la continuación de las 
precedentes. 
Se observará que Judas de Gamala, al proclamar una especie 
de república judía, en el año 6 de nuestra era, acuñó unas monedas que llevaban 
en exergo esta calificación. De este episodio permanece un eco discreto en el seno 
de los Evangelios: 
"Entonces se retiraron los fariseos y celebraron 
consejo para ver el modo de sorprenderlo en alguna declaración. Enviáronle discípulos 
suyos con herodianos para decide: "Maestro, sabemos que eres sincero y que 
con verdad enseñas el camino de Dios, sin darte cuidado de nadie, y que no tienes 
acepción de personas. Dinos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar tributo al Cesar, 
o no?". Jesús, conociendo su malicia, dijo: "¿Por qué me tentáis, hipócritas? 
Mostradme la moneda del tributo". Ellos le presentaron un denario. El les preguntó: "¿De 
quien es esta imagen y esta inscripción?". Le contestaron: "Del César". 
Díjoles entonces: "Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es 
de Dios"..." (Mateo, 22, 15-21). 
Había, pues, una moneda que, 
a los ojos de Jesús, era "ortodoxa", y otra que no lo era.

De esta filiación davídica Roma siempre desconfiará, mucho o poco. 
Es testimonio de ello el siguiente pasaje de Eusehio de Cesárea: 
"Quedaban 
aún, de la raza del Salvador, los nietos de Judas, de quien se decía que era 
su hermano carnal. Se les denunció también como miembros de la raza de David 
y el evocatus los transfirió ante Domiciano César ..." (Eusebio de Cesárea, 
Historia eclesiástica, III, XX, I). 
Recordemos que Judas era el verdadero 
nombre del taoma, el hermano gemelo de Jesús 
Pero es muy difícil 
desentrañar las verdaderas personalidades de todo este mundo confuso, o que se 
ha hecho intencionadamente confuso. Júzguese: 
"Tras la Ascensión 
de Jesús, Judas, llamado también Tomás, envió a Abgar, rey de Edesa, al apóstol 
Tadeo, uno de los setenta discípulos ...". (Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, 
XXX, xx, I.) 
Como se ve, Eusebio confirma a Taciano y a san Efrén en lo 
que respecta al verdadero nombre del gemelo de Jesús. 
Así pues, cuando leemos 
un episodio evangélico en el que se habla de un tal Judas, es posible que se trate 
de Tomás. Porque había dos personajes con dicho nombre entre los lugartenientes 
de Jesús. 
Del mismo modo, cuando nos encontramos con el nombre de Alfeo, 
padre de Santiago el Menor, no prestamos atención la mayoría de las veces al hecho 
de que se trataba de un sobrenombre, y de un sobrenombre en lengua griega. 
Porque esa palabra designa a un hombre afectado de psoriasis (alphos: herpes 
blanco). Su verdadero nombre quizás era Simón el Leproso, el de Betania (Mateo, 
26, 6; Marcos, 14, 3). 
Y del mismo modo, cuando nos encontramos con un tal 
Simón el Cananeo (Marcos, 3, 18; Lucas, 6, 15; Hechos, 1, 13), no establecemos relación 
alguna con Simón el Zelote, alias Simón el Sicario. Pues bien, en hebreo un cananeo 
es el que es de Caná, y Caná, en hebreo, significa celo, fanatismo, celos. 
Caná, ciudad de Galilea donde tienen lugar las famosas bodas, es, por lo tanto, 
el centro de reunión de los zelotes, los sicarios, el centro del integrismo judaico 
(del griego zelotes: celoso, fanático). Y Simón el Cananeo y Simón el Zelote 
son un solo y único personaje. Y, lo que es más, ese personaje es un apóstol (Hechos, 
1, 12-14) y un "hermano del Señor" (Marcos, 6, 3). 
En Caná se 
encontraban en familia, como lo prueba el texto de Juan: 
"Al 
tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fue 
invitado también Jesús con sus discípulos a la boda ..." (Juan, 2, 1-2.)
Las relaciones entre galileos y zelotes son evidentes, e incluso indiscutibles. 
Flavio Josefo nos dice de ellos: 
"Luego los galileos, al cesar la 
guerra civil, se consagraron a los preparativos contra los romanos". (Cf. 
Flavio Josefo, Guerra de los judíos, manuscrito eslavo, II, xi. ) 
Porque, según nos dice más tarde: "Los galileos son guerreros ..." 
(Op. cit., III, tt.) 
Por otra parte, en nuestra época, el cardenal Jean 
Daniélou nos dice en su obra Théologie du judéo-christianisrne, que: 
" ... Aquí los galileos parecen no ser sino otro nombre de los zelotes..." 
(Op. cit., p. 84), y "... Galilea parece haber sido uno de los principales 
focos del zelotismo.» (Op. Cit., p. 84.) 
El historiador protestante Oscar 
Cullmann observa asimismo en su libro Dieu et César que "a los galileos 
mencionados en Lucas, 13, 1, hay que identificarlos como zelotes ...". 
Ahora bien, antes que todas esas autoridades, el emperador Juliano, en el siglo 
IV, utilizaba el término de galileo para designar a los cristianos. 
Por 
lo tanto, zelotes, galileos, cristianos, fueron los términos que designaron sucesivamente 
a los primeros partidarios de Jesús, antes de que la herejía paulina hubiera extendido 
su confusión sobre los gentiles y sobre los judíos de la Diáspora. 
Ni siquiera 
el verdadero nombre del Bautista ha dejado de ser materia de investigación: 
"El dominio de Arquelao fue confiado por César a uno de sus oficiales llamado 
Coponio, con poder de vida y muerte sobre lo que quisiera. Y hubo en sus tiempos 
un hombre de Galilea que reprochaba a los judíos descendientes de Abraham el que 
trabajaran ahora para los romanos, el que les pagaran tributo, y que tuvieran así 
unos dueños mortales, por haberse privado del Dueño inmortal. El nombre de este 
hombre era Judas, y había decidido vivir apartado, sin parecerse a nadie más 
..." (Flavio Josefo, Guerra de los judíos. II, II). 
Ese Judas era, 
evidentemente, Judas el Gaulanita. 
"Y en aquellos tiempos apareció 
Juan el Bautista predicando por el desierto de Judea. Vestía una piel 
de camello, con un cinturón de cuero alrededor de los riñones, y se alimentaba 
de saltamontes y también de miel silvestre ..." (Mateo, 3, 1 y 4. 
¿No 
se presenta aquí, engañosamente, al mismo personaje con otro hombre? La verdad es 
que uno se pierde, y esa es la finalidad perseguida. 
El otro Santiago, llamado 
el Mayor, tiene por padre a un tal Zebedeo. Ahora bien, ese nombre es totalmente 
desconocido en la tradición judía del Antiguo Testamento. Encontramos Zabdi 
(que significa dotado), Zabud (hijo de Natán, I Reyes, 4, 5), Zabulón 
(que significa morada), Zebul (Jueces, 9, 28), Zebach (Jucces, H, 
5), Zeeb (Jueces, 7, 25), con el significado de "mano derecha", 
es decir, el miembro viril paterno, y eso es todo. 
En su versión francesa 
de la Biblia católica, Lemaistre de Sacy traduce Zebedeo por don, dotada 
(en l 
femenino), pero el Dictionnaire hébreu-français de Sander (París, 
1859), destinado a los rabinos, no conoce ningún Zebedeo, y en hebreo traduce
don por tres tetras: zain-beth-daleth, y eso se pronuncia Zabad. 
Después viene Zabdiel, que significa "Don de Dios". 
Así pues, hay un misterio sobre ese Zebedeo, padre de Santiago el Mayor 
(o sea, de Jacobo el Primogénito), quien también lleva un nombre que no es hebreo, 
como Alfeo, padre de Santiago el Menor (Jacobo el Benjamín). 
Toda 
esta embrollada selva de nombres que a veces se sustituyen por sobrenombres, sobrenombres 
que cambian al antojo de los copistas, o incluso nombres que no tienen ninguna realidad 
en Israel, todo eso no tiene otro objetivo que desviar al lector que sienta aunque 
no sea sino un mínimo de curiosidad, y que esté deseoso de verificar datos. 
Porque no se trata de comprender sino de creer. 
Y aquí lo 
que importa, ya sea borrando el estado de Galilea y de Judea sesenta años antes 
de nuestra era y sesenta después (es decir, ciento veinte años de guerras, de rebeliones 
despiadadas y de represiones sangrientas, agravadas todavía por el horror de una 
guerra civil permanente entre los terroristas integristas, zelotes-sicarios, y los 
judíos colaboradores, fariseos-saduceos), o embrollando las pistas nominales y las 
genealogías, es impedir al lector perspicaz que desemboque donde nosotros desembocamos:
en el hecho de que Jesús es el hijo legítimo de Judas de Gamala y de María, su 
esposa, el nieto de Exequias, padre de Judas de Gamala, y como tal, descendiente 
de David, y rey legítimo de Israel. 
De donde esta frase de los Hechos 
de los Apóstoles: 
"Los reunidos le preguntaban: "Señor, ¿es 
ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel?. Él les dijo: ‘No os toca a vosotros 
conocer los tiempos y los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder 
...’." (Hechos, 1, 6-7). 
El texto griego de los Hechos que ha llegado 
hasta nosotros es del siglo IV. ¿Inicialmente estaba "el Padre", o simplemente "mi 
padre"? Porque en este ultimo caso tendríamos una alusión evidente a Judas 
de Gamala. No olvidemos que a Jesús se le llama "hijo del carpintero" 
(Mateo, 13, 55), pero en hebreo, heresh significa a la vez carpintero 
y mago. Si el término que hay que tener en cuenta es este ultimo, tendríamos 
una alusión a un aspecto particular del padre de Jesús, y no sería nada descabellado 
suponer que había dejado, de antemano, unas instrucciones, de las que se afirmó 
que eran proféticas, que daban el desarrollo cronológico de las guerras zelotes, 
es decir, una especie de plan de campaña que abarcaba un período de tiempo bastante 
largo. 
Pilato, que representaba a César y al Imperio Romano, no se equivocó 
al hacer transcribir en tres lenguas (judía, griega y latina) la identidad oficial 
de Jesús: "Jesús de Nazareth, rey de los judíos". 
Por otra 
parte, se observara que el vino, en la religión de Zoroastro, fuente primitiva 
de la de Mitra, y especialmente en esta última, simboliza la realeza. Pues 
bien, ¿qué es lo que declara Jesús? Lo siguiente: 
"Yo soy la vid verdadera, 
y mi Padre es el viñador ..." (Juan, 15, 1) 
Y en Mateo (17, 24-26), 
se pretende "hijo de rey". De modo que, o bien Jesús copia su simbolismo 
de la religión de Mitra (religión que para los judíos piadosos era maldita), o bien 
un escriba que estaba al corriente de ésta imaginó dicho pasaje, en el curso de 
su redacción en el siglo IV, y las palabras atribuidas a Jesús son inventadas. Así 
pues, ¿de quien fiarse? 
NOTAS COMPLEMENTARIAS  
Sobre la analogía 
de los términos galileos y zelotes, poseemos otro ejemplo, extraído de los 
propios Evangelios. Lucas (13, 1-4) nos cuenta que con ocasión de la caída de la
torre de Siloé, Pilato mezcló la sangre de dieciocho galileos con la de sus sacrificios.
Esta torre, cercana a la piscina de Siloé, formaba parte del recinto sudoeste 
de la ciudad de Jerusalén, frente al monte del escándalo. Al venir de Oumran, el 
centro zelote donde fueron descubiertos los manuscritos llamados del mar Muerto, 
se desembocaba en la puerta de la Fuente, y al penetrar en la ciudad, en la torre. 
Si ésta se derrumbó, matando así a dieciocho galileos, y si Pilato fue el responsable 
de ello, es que se habían atrincherado allí, porque no se derrumbó sola. 
Esos hombres eran, por lo tanto, los zelotes, y corno los únicos sacrificios 
admitidos por la Ley judía eran exclusivamente los ofrecidos en el Templo de Jerusalén, 
uno puede preguntarse de qué naturaleza eran esos sacrificios que los zelotes ofrecían 
en el seno do una torre fortificada, y que suscitaron una intervención armada de 
la potencia ocupante.
	

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