PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
      Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"

El objeto de la Iniciación es producir la Iluminación del alma 
por medio de la Luz Interna. Por lo tanto, antes de entrar a considerar los mejores 
medios de preparación para esa empresa, es necesario explicar exactamente lo que 
se entiende por Iniciación, porque hay muchos conceptos distintos acerca de la misma.
La palabra Iniciado, empleada en estas paginas, significa aquél en quien el 
YO superior, la Individualidad, se ha entre fundido con la personalidad, y ha encarnado 
realmente en el cuerpo físico. Un Iniciado es, por consiguiente, aquel cuyo Yo Superior 
nos mira a través de sus ojos. La personalidad queda reducida a un juego de hábitos 
y costumbres, un complejo de vida, que deja al Yo Superior libre para llevar a cabo 
su obra con el mínimo de exigencias con respecto a su atención en el Plano Físico.
Esta Gran Iniciación se recibe siempre e invariablemente fuera del cuerpo. No 
hay ritual que pueda conferirla, aunque el ritual se suela emplear en el Hemisferio 
Occidental para adiestrar y coordinar la consciencia, como indispensable preparación 
para esta experiencia trascendental. También se pasa por ella con plena consciencia, 
conservando la memoria de la misma. Muy a menudo se nos pregunta si es posible estar 
iniciado sin saberlo. A esta cuestión tenemos que contestar con un no rotundo. Además, 
sería absurdo pensar en que pudiéramos recibir inconscientemente una extensión permanente 
de la consciencia.
Sin embargo, suele ocurrir que un Maestro haya aceptado 
como discípulo a alguna persona, sin que ésta se dé cuenta de ello, debido al escaso 
desenvolvimiento de sus facultades psíquicas, y entonces esta persona sólo se llega 
a dar cuenta de este hecho cuando ha progresado hasta cierto punto.
En estos 
casos un psíquico podría informarle a dicha persona que ha sido aceptada como discípulo 
de la Gran Fraternidad Blanca y que ya se encuentra por lo tanto en el Sendero que 
lleva a la Iniciación, pero sería un error decirle que ya estuviese iniciada. El 
sello del Maestro queda estampado en el aura del discípulo, cuando éste es aceptado, 
y resplandece ante la visión clarividente como un disco de unas seis pulgadas de 
diámetro, inmediatamente encima de la cabeza, siendo el disco del color del Rayo 
sobre el cual esté trabajando el Maestro. Cuando el discípulo recibe algún trabajo 
que debe realizar para su Maestro en el Mundo Material, la banda correspondiente 
de color en el aura se enciende, mostrando así que el poder del Maestro está operando 
a través del discípulo. Pero hasta que toda el aura no queda iluminada completamente, 
no puede decirse que un ser humano sea un Iniciado. Esto se produce cuando brilla 
con su propia luz y no con la luz prestada de su Maestro. Por lo tanto, la Iniciación 
puede definirse como la aurora de la Luz Interna, o el advenimiento a manifestación 
en el Mundo Físico del Augoides o Cuerpo de Luz.
Puede considerarse que la 
Luna representa la personalidad, creciendo y decreciendo a través de innumerables 
fases encarnatorias reflejando la Luz Solar o la Sombra Terrestre. El Yo Superior, 
o sea el espíritu inmortal del ser humano, está bien simbolizado por el Sol que 
perpetuamente brilla en los Cielos, veámoslo o no. Estos símbolos recompensarán 
muy bien a quien medite sobre ellos.
El Yo Superior comienza a manifestarse 
en el cuerpo físico cuando tiene lugar la Iniciación No tenemos más que considerar 
la gran diferencia que existe entre la Individualidad y la personalidad, en el ser 
humano corriente, para darnos cuenta de la intensa preparación que debe tener lugar 
antes de que esa manifestación sea posible. Además, no podemos dejar de ver que 
si se intentara semejante manifestación antes de que la necesaria preparación hubiera 
tenido lugar, el Yo Superior descendente encontraría una disparidad tan grande entre 
él mismo y su vestidura mal ajustada, que no tardaría en desgarrarse y quedar destruida. 
Esta ocurrencia se puede observar de vez en cuando entre los Ocultistas y constituye 
uno de los problemas con que tienen que luchar las distintas fraternidades.
Antes de que sea posible para el Yo Superior comenzar a manifestarse en la consciencia 
cerebral, la personalidad tiene que sintonizarse con la Individualidad. La Individualidad 
lleva su existencia en las esferas espirituales en la misma forma que la personalidad 
la pasa en la esfera mundana. Las acciones de la Individualidad se inspiran en el 
deseo de mantener su armonía con la Vida Divina del Cosmos, de donde recibe su ser, 
mientras que las acciones de la personalidad se ven determinadas por su deseo de 
mantener su armonía con el Mundo de la Materia, de donde saca el cuerpo su propio 
ser. Por consiguiente, es evidente que la personalidad tendrá que reorientar completamente 
su posición antes de poder alinearse con su Yo Superior. Tenemos que prepararnos 
para cambiar la base de todos nuestros motivos si queremos recibir la Iniciación. 
Esto requiere una unidad de propósito que no retroceda ante sacrificio alguno: "Vende 
todo lo que tengas y sígueme, dijo el Maestro. Y también: "Dejad que los muertos 
entierren a sus muertos. Seguidme". Estos dichos parecen un poco duros, pero 
la experiencia demuestra que son verdaderos.
No hay razón alguna para que 
alguien se ofrezca como candidato para la Iniciación, porque todos pueden lograr 
la meta de la Unión Divina, por el sendero espiritual de la Evolución; pero, por 
otra parte, no deben declarar que los antiguos secretos se hayan perdido, porque 
no queriendo pagar su precio, no han recibido la Gran Perla de valor inestimable.
Tanto la personalidad como las cosas de los sentidos tienen que ser sacrificadas 
para que el Yo Superior pueda manifestarse: no puede haber cuestión alguna sobre 
este punto. Todos los iniciados así lo declaran. Ante semejantes manifestaciones 
nos sentimos inclinados a creer que, habiendo sacrificado la personalidad, nos encontraremos 
despojados de todo.
Esta creencia se debe a que la mentalidad Occidental 
se adhiere a la idea de que la muerte del cuerpo significa el fin de la existencia. 
Y de la misma manera creemos subconscientemente que la muerte de la personalidad 
termina con el pleno goce y plenitud de la vida. Olvidamos al pensar semejante cosa 
que el comerciante que vendió todo lo que tenía lo hizo para comprar así la Gran 
Perla. Es verdad que vendió todo lo que tenía, pero fue para invertirlo en algo 
de muchísimo más valor. El relato evangélico implica que se llevó la Perla triunfante. 
Y así sucede con nosotros si hacemos el sacrificio de las cosas de los sentidos 
que permitan la encarnación del Yo Superior en el cuerpo físico. Hay un período 
de lucha conforme van rompiéndose los hilos que nos unían a los deseos de los sentidos, 
pero tan pronto como se van limpiando las cosas apreciablemente, comienza a despuntar 
la Luz Superior. No permanecemos mucho tiempo sin consuelo." ¿.No serán nuestras 
tinieblas, después de todo, la Sombra de Su Mano que se extiende para acariciarnos 
?" . 
Mientras la consciencia se enfoca en la personalidad, no podemos 
ponernos en contacto directo con las realidades, y sólo podemos ver sus reflejos 
en el Mundo de la Forma. La llamada del Yo Superior sirve para levantarnos y desviar 
nuestra mirada del espejismo de la consciencia de la forma, dirigiéndola directamente 
a la Realidad que es vida y no forma. Esta vuelta en redondo es lo que constituye 
la tarea del alma cuando busca la Iniciación.
Conforme la personalidad va 
sometiéndose gradualmente al Yo Superior, la Luz Interna comienza a resplandecer. 
Los casos en que la Iluminación se produce súbitamente son muy raros y casi siempre 
ciegan e incapacitan a la persona, como le pasó a San Pablo en el camino a Damasco. 
Por lo tanto sólo se permite en los casos de almas muy avanzadas, que han sido preparadas 
y adiestradas hasta un grado muy elevado en vidas anteriores y que han reencarnado 
con ese propósito, constituyendo sus personalidades acordemente. Para el resto de 
los aspirantes a la Iniciación, la Luz Interna comienza a despuntar muy suave y 
gradualmente, con muchos intervalos de tinieblas que la obscurecen de vez en cuando, 
cuando los deseos sensoriales surgen nuevamente, aun después de considerarlos completamente 
vencidos.
Habiendo alcanzado esta libertad de la esclavitud de los sentidos, 
se abren ante el Iniciado dos caminos: puede seguir el Sendero Místico, que lleva 
directamente a la liberación, o puede seguir el Sendero Oculto y retornar al mundo 
de los hombres equipado con los poderes de la Mente Superior.
Es digno de 
notarse que generalmente el Místico no habla ni enseña la doctrina de la Reencarnación, 
mientras que el Ocultismo si lo hace. La razón es que el Místico trata de escapar 
de la esclavitud de la carne y no volver nunca más a ella, mientras que el Ocultista 
quiere volver a la materia, trayendo consigo el fruto de sus labores. Ambos ideales 
son legítimos y justificables. El místico que sigue su marcha hasta alcanzar la 
liberaci6n, no deja de seguir siendo una influencia en el mundo, pues con su realización 
liquida una porción del Karma Mundial. Por este motivo los místicos se dedican a 
muchas austeridades y mortificaciones, mucho después de haberse liberado de los 
deseos de la carne; están liquidando el Karma Mundial.
El Ocultista, por 
su lado, sólo se sujeta a las mortificaciones más indispensables para someter a 
la carne y hacerla obedecer su voluntad soberana sin murmurar. Su plan es formarse 
tal personalidad que su Yo Superior pueda funcionar en ella sin obstáculos. Tiene 
que ser a semejanza de un caballo brioso y fuerte, que obedece instantáneamente 
sin necesidad de riendas ni espuelas. Sus sentidos no podrán ni engañarlo y sus 
pasiones tampoco podrán cegarlo. Usa su cuerpo como una ventana transparente para 
su alma, de manera que nunca deforme lo que vea. Con ese único fin es que disciplina 
su cuerpo, pero nunca trata de reproducir la Crucifixión.
El Místico torna 
su personalidad negativa, para convertirse así en un conducto o canal de las Fuerzas 
Cósmicas. Su actitud con respecto a todos los problemas que puedan presentársele 
es la de: "Aquiétate y sabe que Yo Soy Dios". Se mantiene sereno y quieto 
en el plano mundano, dejando que los poderes espirituales encuentren en él un conducto 
por el cual puedan llegar a la mente colectiva durante sus meditaciones. El Ocultista, 
por su parte, se ocupa de las formas y utiliza su mente concreta para convertir 
a esas formas en canales para las Fuerzas Cósmicas. El Místico trabaja con el Yo 
Superior exclusivamente; el Ocultista lleva al Yo a manifestarse Superior en el 
plano de la forma.
El Místico, una vez que se ha liberado de la esclavitud 
de sus sentidos, se contenta con las experiencias de su conciencia interna: no trata 
de traerlas a manifestación en el plano terrestre. El Ocultista, por su lado, habiendo 
alcanzado la misma realización que el Místico, trata de traer al plano de la forma 
el estado de conciencia que ha conquistado. Y hace esto si es un Hermano del Sendero 
de la Derecha, porque es necesario para cumplir el Gran Plan que ciertos ideales 
sean expresados y elaborados en el Mundo de la Forma, pero jamás lo haría para gratificar 
sus propias sensaciones. Esa fue la prueba con que fue tentado el SEÑOR en el Desierto: "Haz 
que estas piedras se conviertan en pan". El era el Místico-Ocultista Ideal, 
como lo demostró al convertir el agua en vino y al pasar a través de las puertas 
cerradas, pero El jamás utilizó Sus poderes más que en el cumplimiento de Su misi6n, 
y es digno de notarse que conforme EL avanzaba hacia su final, los empleó cada vez 
menos.
La gran mayoría de las almas liberadas eligen el Sendero Místico, 
yéndose así más allá de nuestra Esfera Terrestre y son sólo unos pocos de los que 
han ganado su libertad los que eligen sacrificarse y volver nuevamente al Mundo 
de las Formas, puesto que no tienen deseo alguno que pueda arrastrarlos a una nueva 
encarnación, lo que para ellos es vivir en una cárcel. Su motivo único lo constituye 
el deseo de aliviar la carga de la confusión del mundo. Por otra parte, no debe 
pensarse que el Místico deserta del mundo cuando lo abandona, porque siempre rogará 
por él, y este gran cuerpo de almas en oración es el que aligera el tremendo Karma 
del Mundo en los Planos Internos.
El Místico sirve de una manera y el Ocultista 
de otra. Ambos son necesarios para la gran obra cósmica de la regeneración y de 
la Evoluci6n. Ninguna función puede existir sino por medio de la dualidad: la interacción 
de los aspectos positivo y negativo de la misma fuerza. El Místico constituye un 
polo de la Energía Crística, y el Ocultista es el otro. De acuerdo con la bien conocida 
ley oculta de la polaridad alternativa en los distintos planos, el Místico es negativo 
en los planos de la forma y positivo en los planos de la energía, mientras que el 
Ocultista es positivo en los planos de la forma y negativo en los planos de la energía. 
De ahí que el Ocultista tenga siempre necesidad de invocar fuerzas que lo ayuden 
en su obra, empleando con ese objeto la magia ritual en sus diversos tipos, desde 
la simple invocación hecha con un signo, hasta las más complicadas figuras y movimientos 
que se realizan en las logias.
El mejor desenvolvimiento, el que se busca 
mediante la disciplina y adiestramiento de la Comunidad de la Luz Interna, se obtiene 
mediante un balance justo de las fuerzas positivas y negativas del alma, sostenidas 
en equilibrio por la voluntad, de manera tal que el propio juicio puede hacer descender 
la balanza en cualquier direcci6n. Al alma que tiene una inclinación natural hacia 
el Ocultismo se le hace trabajar según las reglas místicas. Hasta que no llega a 
los Misterios Mayores no se le permite al individuo seguir su vocación natural, 
pero entonces se le da una enseñanza y educación especialmente adaptada a su capacidad.
La razón de esta aparente violencia contra su naturaleza se comprenderá enseguida. 
Si el alma naturalmente inclinada al misticismo se desenvolviera sólo de acuerdo 
con esa tendencia, adquiriría una penosa falta de equilibrio, como puede notarse 
entre aquellos que moran demasiado en lo Invisible. Su asidero en los planos de 
la forma no guarda relación con su contacto con los planos de la Fuerza y, por consiguiente, 
las fuerzas rompen los límites de la forma y se difunden en un pantano de espiritualidad 
emocional, perdiéndose y malgastándose, como las aguas del río que saliéndose de 
su margen convierten en un pantano cenagoso al valle otrora feraz y florido. Es 
posible que este pantano produzca una vegetación acuática y jugosa, pero no será 
ni tierra ni agua, y sería completamente inútil para todo propósito práctico en 
el servicio de la humanidad.
Al Ocultista, por su parte, si se le permite 
desde el principio de su preparación, entregarse a su amor por la forma y la intelectualidad, 
acabará por encontrarse amurallado dentro de sus formas y perderá los contactos 
vivientes que sólo pueden dar vida a los símbolos ocultos. Sin embargo, si adopta 
la disciplina de ponerse en contacto con las diferentes fuerzas mediante sistemas 
puramente intuitivos y de meditación, adquirirá el poder de efectuar esos contactos 
independientemente del uso de fórmulas y rituales mágicos. Entonces, cuando llegue 
a una etapa más avanzada de su desenvolvimiento, se le enseñarán los métodos tradicionales 
de las artes, y será capaz de tener acceso a una suma infinitamente mayor de poder 
que lo que podría conseguir el Iniciado que no ha seguido ese método.
Es 
absolutamente vital para la educación oculta del estudiante, que éste comprenda 
perfectamente los principios del Ocultismo y que jamás emplee sus fórmulas ciega 
y supersticiosamente. Y recordemos siempre que una cadena no es más fuerte que su 
eslabón más débil. Ni el Místico ni el Ocultista podrán expresar en el plano de 
la manifestación más de lo que sean capaces de polarizar dentro de sus propias naturalezas.
Dion Fortune (1891-1946). Seudónimo utilizado por la sicoanalista freudiana
Violet Forth. Fue miembro de la Orden del Alba Dorada (Golden 
Dawn), de la cual fue separada y funda la Fraternidad de la Luz Interna 
(Inner Light), institución que aún existe en nuestros tiempos.
	

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